Spoiler: no nacen así. Los flamencos, con su color rosa tan característico, no lo traen de fábrica. De hecho, cuando nacen, son grises o blancos, y su transformación en esas postales vivientes empieza cuando empiezan a… comer.
Y no, no es magia. Es bioquímica con estilo.
El menú del flamenco: camarones, algas y ciencia
El secreto está en lo que comen. Su dieta está compuesta principalmente por algas, crustáceos y pequeños invertebrados ricos en unos pigmentos llamados carotenoides. Sí, los mismos que le dan color naranja a las zanahorias o rojo al tomate.
Los carotenoides no solo pintan la comida: cuando los flamencos los digieren, su cuerpo los procesa en el hígado y los deposita en la piel y las plumas. Con el tiempo, esas plumas blancas o grises se vuelven rosadas.
¡Y mientras más comen, más intensamente se tiñen!

Flamingos fashionistas
Pero ojo, no todos los flamencos son igual de rosas. El tono final depende de:
- La cantidad de carotenoides en su dieta.
- La especie (hay varias: chileno, caribeño, andino, etc.).
- Y sí, incluso de su salud.
Un flamenco pálido puede estar enfermo o mal alimentado. Así que en el mundo flamingo, el rosa no es solo lindo: es una señal de buena salud y atractivo sexual. Cuanto más fuerte el color, más posibilidades tienen de llamar la atención para aparearse. En pocas palabras: ser rosa les da onda.
¿Y si comen otra cosa?
En cautiverio, si no se les da una dieta rica en carotenoides, los flamencos pierden su color rosado. Es por eso que en muchos zoológicos o reservas se les da alimento especial para mantener su icónica apariencia.
¿Te imaginás un flamenco gris? Sería como ver a Pikachu en blanco y negro.