El anime, ese estilo de animación japonés que hoy inunda plataformas, convenciones y memes, tiene un origen mucho más antiguo y curioso de lo que muchos imaginan. Lejos de nacer como un producto comercial moderno, sus raíces se hunden en las primeras formas de arte visual de Japón, combinando historia, tecnología y cultura pop con un toque muy distintivo.
📜 Mucho antes de Goku y Sailor Moon
Para entender el nacimiento del anime, hay que retroceder hasta el Japón del siglo XX, cuando la animación comenzó a desarrollarse como una forma de entretenimiento. Pero incluso antes, ya existían expresiones visuales como los emaki (pergaminos ilustrados) del período Heian, que relataban historias combinando imágenes con texto. No eran animaciones como las conocemos hoy, pero sí una forma temprana de narrativa visual secuencial. Algunos los consideran “el manga original”, y como sabemos, del manga al anime hay solo un paso (y unos cuantos fotogramas por segundo).

🎥 El primer anime… ¿en blanco y negro?
El primer corto considerado anime fue «Namakura Gatana» (La espada desafilada), creado en 1917 por Jun’ichi Kōuchi. Este brevísimo clip, de apenas 4 minutos, mostraba las aventuras torpes de un samurái. En esos años, la animación era artesanal: cada fotograma se dibujaba a mano. Japón ya tenía contacto con animaciones extranjeras, pero estaba comenzando a dar forma a su propio estilo, influenciado por su cultura visual única.

Durante la Segunda Guerra Mundial, el anime fue utilizado como herramienta propagandística. Un ejemplo es «Momotarō: Umi no Shinpei», considerado el primer largometraje animado japonés. Aunque fue una película de guerra, marcó un antes y un después en términos técnicos.
📺 El boom moderno y la explosión cultural
El verdadero estallido del anime como lo conocemos hoy llegó en la posguerra, especialmente en los años 60 con Osamu Tezuka, el llamado «padre del manga moderno» y creador de Astro Boy (Tetsuwan Atom). Su estilo, con personajes de ojos grandes y expresivos, revolucionó la animación japonesa y sentó las bases del anime contemporáneo. También fue pionero en usar técnicas que abarataban la producción, como repetir fondos o movimientos, una necesidad más que una estética… pero que terminó definiendo un estilo.

Desde entonces, el anime no paró de evolucionar: aparecieron géneros diversos (mecha, shojo, seinen, slice of life, etc.), se adaptaron mangas exitosos y se crearon obras originales que conquistaron el mundo. Producciones como Akira, Neon Genesis Evangelion, One Piece o Your Name demostraron que el anime no era solo para chicos, sino una forma compleja y rica de arte audiovisual.
🌍 Una influencia global
Hoy, el anime no es solo un fenómeno japonés: es un lenguaje global. Sus series son dobladas en decenas de idiomas, generan comunidades masivas y dejan huella en la moda, el arte y la música. Hasta grandes plataformas de streaming producen sus propios animes, y países como Francia, Corea y hasta Argentina exploran sus propias versiones animadas con estética japonesa.
Incluso fuera de las pantallas, el anime se siente: en cosplay, música J-pop, figuras de colección, tatuajes y una industria que mueve miles de millones de dólares al año.

🤓 Moraleja irrelevante
Lo que empezó como un puñado de dibujos en pergaminos terminó convirtiéndose en un fenómeno que emociona, entretiene y crea puentes culturales en todo el mundo. Y todo gracias a una espada desafilada, un robot niño y un montón de artistas que se animaron a soñar en movimiento.
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